
Crónica de una traición mortal
En el verano de 2002, Fene, una tranquila localidad de A Coruña, fue escenario de una de las historias más estremecedoras de la crónica negra gallega.
Vanessa Lorente Jiménez, de apenas 22 años, madre reciente, desapareció sin dejar rastro el 13 de agosto. Lo que al principio parecía una ausencia inexplicable se transformó en un relato de engaños, obsesión y violencia que terminó con la joven muerta y enterrada bajo un cobertizo en Monfero, mientras su bebé era apropiado por la mujer que debía ser su amiga.
Una joven madre en reconstrucción
Vanessa acababa de ser madre. Su hijo Daniel, de tan solo cuatro meses, era el centro de su vida.
Había decidido alejarse del padre del niño, tras una relación marcada por tensiones y malos tratos, y buscaba rehacer su vida con la ayuda de amistades y conocidos. Era joven, alegre, confiada. Nadie podía sospechar que su entorno inmediato sería el origen de la tragedia.
Entre sus relaciones apareció Isabel Marcos Maceiras, una mujer casada que había dejado su hogar en Monfero para vivir en Fene con un amante.
No era amiga íntima de Vanessa, pero se movían en círculos cercanos. Isabel había tejido alrededor suyo una mentira cada vez más inverosímil: aseguraba estar embarazada, mostraba supuestos síntomas de gestación y fantaseaba con una maternidad que no existía. Esa obsesión sería el germen de un plan macabro.
El día de la desaparición

El 13 de agosto, Vanessa y su bebé quedaron con Isabel en una cafetería de Fene. Fue una cita aparentemente rutinaria. Después fueron vistas en un hipermercado de la zona y más tarde en Pontedeume. Para Vanessa, la salida era solo un respiro en medio de sus preocupaciones; para Isabel, era el momento de ejecutar el plan que llevaba días fraguando.
Según la investigación judicial, Isabel ofreció a la joven un zumo en el que había disuelto somníferos. Al poco, Vanessa empezó a sentirse mal. Lo siguiente fue un golpe brutal en la cabeza, suficiente para causarle la muerte.
En cuestión de minutos, la vida de la joven madre quedó truncada, y su hijo, arrebatado de sus brazos.
El secreto bajo tierra
Con el cadáver de Vanessa en el maletero y el bebé en brazos, Isabel condujo hasta Monfero, a la finca de sus padres.
Allí, días antes, se había excavado un hoyo con la excusa de enterrar un ciclomotor viejo. En realidad, sería la tumba improvisada de Vanessa. El cuerpo fue depositado bajo un cobertizo, en una fosa de un metro de profundidad, acompañado del cadáver de un perro.
Mientras tanto, Isabel regresaba a su día a día con el niño. Lo presentó ante familiares y vecinos como propio, o bajo la versión de que lo cuidaba por encargo de la madre. Su entorno más próximo, incluidos sus padres y su marido, participaron del silencio. Durante semanas, intentaron sostener la farsa de una maternidad inexistente.

La alarma de la desaparición
Las amigas de Vanessa fueron las primeras en dar la voz de alarma. No contestaba llamadas, no aparecía en los lugares habituales.
El 20 de septiembre, más de un mes después de su desaparición, la Guardia Civil localizó a Isabel en un piso de Miño con el bebé en brazos. Ante las preguntas de los agentes, aseguró que se trataba de su sobrino. La versión se tambaleaba: nadie en el pueblo recordaba embarazo ni parto.
Bajo presión, Isabel terminó confesando. Señaló la finca de Monfero y describió el lugar donde había enterrado a Vanessa. El hallazgo confirmó los peores temores: la joven madre había sido asesinada y ocultada por quien decía ser su amiga.
El eco de la traición
La noticia sacudió a Galicia. La idea de una mujer que mata a otra para quedarse con su bebé causó estupor. El caso recordaba a episodios aislados de otros países, pero parecía inconcebible en una comunidad pequeña y cercana como Fene.
La historia de Vanessa Lorente se convirtió en símbolo del peligro de las obsesiones ocultas, de la vulnerabilidad en momentos de fragilidad personal y, sobre todo, del lado oscuro que puede esconderse tras un rostro cercano.

Juicio y condena Vanessa Lorente
El proceso judicial se alargó varios años. La Fiscalía pidió inicialmente veinte años de prisión para Isabel Marcos Maceiras por homicidio.
La defensa intentó derivar la culpa hacia su amante o incluso hacia su propio marido, pero las pruebas y la confesión inicial fueron determinantes. Finalmente, en 2006, el jurado popular la declaró culpable del asesinato de Vanessa Lorente. También fueron investigados sus padres y su esposo por encubrimiento.
El niño, que había sobrevivido a la tragedia de forma milagrosa, fue devuelto a su familia materna, quienes asumieron su cuidado con el recuerdo de la madre arrebatada.
Han pasado más de dos décadas desde aquel verano, pero el nombre de Vanessa Lorente sigue presente en la memoria de quienes la conocieron. Su caso dejó una cicatriz en la comunidad gallega y una lección amarga: el peligro puede llegar desde el círculo más próximo, disfrazado de confianza y amistad.
El relato de su historia sigue apareciendo en hemerotecas y en la memoria colectiva como ejemplo de una violencia insólita, marcada por la traición.
Vanessa no pudo escribir su futuro, pero su recuerdo sobrevive como advertencia y como homenaje a una vida truncada en plena juventud.
